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31 marzo 2017 5 31 /03 /marzo /2017 09:01

Buenos días vecino ¿Cómo amaneció? Es entre nosotros un saludo convencional para dirigirnos a las personas con las cuales compartimos la cercanía de la vivienda. El concepto de vecindad en nuestra experiencia social se relaciona con la distancia de una manera inversamente proporcional: entre menos distancia más vecindad – entre más distancia menos vecindad. Esto lo confirman situaciones como esta: “sí, él vive en la misma calle… pero en la esquina… así es que yo no tengo mucha confianza con él”. Además, es frecuente solicitar favores al vecino con fórmulas tales como: “ve y dile a la vecina que perdone… pero que si tiene la manguera desocupada que me la preste”. Puede ser otro el favor solicitado, pero las formulas se mantienen. “Vecino… a mí me da mucha pena, por qué no me presta…, si tiene claro, x suma de dinero que en cuanto me paguen yo…ajá”

 

En todas las situaciones el término “vecino” nos plantea en diversos niveles la importancia de la interrelación personal como fruto de la convivencia social. Las relaciones de vecindad en cierta forma son la confirmación del carácter social de la naturaleza humana. Es por eso que cuando alguien que vive cerca de nosotros asume una actitud de separación con el resto de los habitantes de la misma calle o sector inmediatamente encuentra el rechazo y la murmuración en su contra. El vivir en un mismo entorno debe propiciar el acercamiento entre las personas y no la discriminación ni la marginalidad.

 

El ser vecino nos exige el ejercicio de valores propios de la convivencia como la solidaridad, el compartir, la cooperación, el respeto, la integración y la búsqueda de beneficios y metas comunes. Valores que no nos confunden con los demás como podría llegar a pensarse de manera equivocada. Son valores que nos permiten precisamente interactuar, conocer las diferencias y armonizarlas en torno a propuestas comunes de mejoramiento de las condiciones de vida. Los valores antes anotados para todos los sectores sociales y aún más para los sectores populares en donde la solidaridad como herramienta social se constituye en el verdadero patrimonio de estas comunidades los logros significativos para estos grupos humanos en ella tienen su fundamento.

 

El concepto de vecindad puede ser figurado con la imagen de círculos concéntricos que se van ensanchando. Vecino en principio es el de al lado y el de enfrente, luego son los de la calle, los del sector, los del barrio y los de la ciudad. Este último sentido lo expresa el estribillo Jurídico: “fulano de tal mayor de edad y vecino de esta ciudad”.

 

La palabra vecino atendiendo a su origen viene de la palabra latina: Vicinus que a su vez proviene de Vicus que significa barrio. Así es que en principio el vecino es el habitante de un espacio determinado dentro de una urbe, pero con el tiempo pasó a designar también a los habitantes de la ciudad. Las situaciones de la vida están estructuradas en el lenguaje. La palabra vecino que en su etimología nos muestra la connotación de cercanía se complementa magníficamente con la palabra cultura, que proviene del latín Coelere que significa “estar junto a”, de la que se derivan palabras como colindar y lindero. La palabra sigue evolucionando y pasa a significar cuidar y cultivar, cuidar con esmero, y para lo cual debemos estar cerca. Mirando lo anterior no resulta extraño que el vecino sea el más próximo a nosotros separado sólo por linderos y que familiarmente dignamos: “vecino voy a salir me echa un ojo (cuida) a la casa”.

 

El familiar más cercano es el vecino, solemos decir, porque cuando la familia quiere hacer presencia ya el vecino te ha prestado su ayuda. Ahora, esta realidad patente de ser vecino y no sólo vecino a secas sino “BUEN VECINO”, exige de nosotros actitudes que confirmen esta calidad.

 

Identidad cultural. El aporte que cada uno de nosotros haga en la calle, destinando este aporte al mejoramiento de las condiciones de vida comunitaria, ya sea en lo referente a las relaciones humanas, o en todo lo que tiene que ver con el entorno, determinará la IDENTIDAD DE NUESTRA CALLE, DE NUESTRO SECTOR, DE NUESTRO BARRIO Y POR ENDE LA IDENTIDAD DE NUESTRA CIUDAD DESDE EL PUNTO DE VISTA CULTURAL. Es por eso que resulta fácil el reconocimiento que se hace de algunos sectores con expresiones tales como: “por ahí la gente si es… colaboradora, agradable, chismosa, peleonera”, entre otros calificativos.

 

El grado de cultura y civilidad de una calle, sector o barrio no se determina por el número de centros educativos, teatros o galerías de arte que existan en los mismos, es la calidad de las relaciones entre los vecinos y las condiciones ambientales las que confirman esa identidad cultural.

 

Cada una de las partes contribuye a la conformación del todo. La alegoría del cuerpo propuesta por el apóstol Pablo cuando afirma que el cuerpo, siendo uno está formado por muchos miembros podríamos aplicarla a la ciudad formada por muchos barrios.

 

El ejercicio de una buena vecindad viene a ser entonces la garantía de una sana convivencia ciudadana. La regla de oro de las relaciones humanas reza: “NO HAGAS A OTRO LO QUE NO QUIERES QUE HAGAN CONTIGO”.

 

La urbanidad es, en principio el conjunto de acciones y actitudes que distinguen al habitante de la urbe en comparación con los hábitos de quienes viven en las zonas rurales. Dado el grado de desarrollo de las condiciones de vida en la ciudad, se espera de sus habitantes unos comportamientos acordes con el grado de avance de la misma. Por ejemplo, si ya existe alcantarillado sanitario resultaría ilógico que un buen vecino siguiera utilizando letrina y pozos sépticos, que expelen olores nauseabundos desfavoreciendo el disfrute de un ambiente sano. Así mismo resulta ilógico, que arrojen aguas servidas a las calles, desmejorando el entorno y facilitando la proliferación de gérmenes e insectos que generan insalubridad.

 

El comportamiento ciudadano no sólo está ligado a los niveles de progreso material de la ciudad, sino también al grado de actitud mental de sus habitantes en lo que corresponde al reconocimiento y valoración de su ser personal, la conciencia de sus derechos y la forma como asuma su compromiso con la colectividad.

 

LA CIUDAD ES DE TODOS y por esta razón deben cultivarse los hábitos que favorezcan el reconocimiento y disfrute de este derecho. Si queremos una ciudad verdaderamente amable, las autoridades con el ejercicio de su liderazgo, institucionalizado éste por la ley, sumado al apoyo y a la iniciativa ciudadana, es de capital importancia.

 

Lo cultural es establecido por el hombre, y por consiguiente susceptible de ser cambiado cuando ya no resulta funcional o perjudicial. Con el pretexto de lo cultural no podemos seguir fomentando actitudes que lesionan la convivencia ciudadana. Lo cultural debe expresar, por su naturaleza, el cultivo de hábitos orientados al mejoramiento y fortalecimiento de las relaciones armónicas de convivencia. Está bien que seamos alegres y que lo festivo sea parte de nuestra idiosincrasia, pero eso no nos autoriza, por ejemplo, a escuchar música a alto volumen en nuestra casa, cuando el vecino en la suya, quiere dormir o ver televisión. De igual manera, siempre es necesario pensar en los demás, “en los de al lado”, por lo cual no es justo soltar a mi mascota para que moleste a los demás, dañando y ensuciando su alrededor, cuando en realidad, esta es mi responsabilidad. De esta manera, entre todos… podemos identificar… AL BUEN VECINO.

 

Así como en la formación de los individuos atribuimos gran importancia al influjo de la familia en la estructuración de los valores que permiten el desenvolvimiento cabal de la persona en su entorno social, la convivencia ciudadana tiene como uno de sus puntos de apoyo las relaciones de vecindad, en un principio motivadas por el cumplimiento de deberes exigidos por la convivencia que genera la cercanía y posteriormente el cumplimiento de deberes que impone la conciencia de pertenecer a un entorno más amplio que llamamos ciudad.

 

Cómo desarrollar hábitos favorables a la convivencia ciudadana es el asunto. El ejercicio podría conducirnos a una casuística, enumeración de situaciones puntuales, pero se haría dispendioso, es preferible ilustrar, como ejemplo, algunos comportamientos que deberían ser modificados en el actuar cotidiano y que tienen como fundamentos estereotipos culturales:

 

1. Somos festivos: Todos los pueblos del mundo celebran momentos importantes de la vida común; porque la fiesta es parte integral de la espiritualidad de los mismos. Ocurre precisamente que por las diferencias propias en cada uno la alegría tiene manifestaciones diversas, es explicable y comprensible. Pero infortunadamente entre nosotros el carácter festivo es mal interpretado y con este pretexto justificamos el alto volumen de los equipos de sonido en el barrio importunando al vecino, contaminando sonoramente el ambiente; justificamos el cierre de una vía pública para el desarrollo de una fiesta particular. Pero además entre nosotros ocurre algo muy particular: quienes en lo individual dicen ser alegres para las manifestaciones colectivas de la alegría no se vinculan. Les da pena, por ejemplo, participar del carnaval con un disfraz; pero no siente ningún reato de culpa al importunar al vecino con sus escándalos o arbitrariedades. Tengamos en cuenta que el carácter festivo no autoriza la violación del derecho de los demás al disfrute del entorno y del ambiente.

 

2. Somos descomplicados: La vida tiene su aspecto trascendente y no siempre debemos estar en una posición rígida frente a todo. Ser flexibles cuando corresponde es positivo para el sostenimiento de las relaciones en la sociedad; pero La actitud descomplicada no puede generar el desconocimiento de normas elementales de urbanidad como la buena presentación, caso de muchos conductores de servicio urbano y sus ayudantes, la pretensión de un ayudante de mecánica de abordar el bus con ropa de trabajo o el vendedor de pescado con su producto al aire libre. Personajes que con desparpajo dicen al usuario correcto “COGE TAXI”

 

3. El “man” tiene derecho al rebusque: Esto es de elemental reconocimiento. Todo hombre tiene el derecho a desarrollar una actividad laboral que le permita resolver sus situaciones de orden material de manera digna; pero no la faculta para invadir de manera permanente el espacio público hasta el punto de reclamar pertenencia sobre el mismo, o instalar un puesto de comida rápida y que el humo generado penetre las viviendas más cercanas, así como la libre movilización de los transeúntes produciendo malestar e incomodidad, situación que en no pocas circunstancias termina generando respuestas agresivas de parte de los afectados en su enfrentamiento con la falta de conciencia del promotor.

 

4. Aquí raro es el que llega temprano: Hábito negativo que tienen efecto no sólo en lo personal sino en lo que a la convivencia ciudadana respecta. Las oficinas públicas deberían ser modelo en el cumplimiento de horarios. En los consultorios y oficinas privadas es el doctor el que se hace esperar, parece que fuera sinónimo de prestigio. El conductor de bus urbano que descaradamente vulnera el derecho del usuario a una movilización a un ritmo razonable después de haber pasado el puesto de control con el argumento de que el bus es para hacerle plata. El mal manejo del tiempo entre nosotros no es más que un hábito negativo en la plena extensión del término y no está circunscrito a estratos social alguno.

 

La valoración del tiempo en función de la propia conveniencia es generadora de inconformidad en la convivencia ciudadana, sobre todo hoy cuando las personas reclaman de manera decidida el reconocimiento de sus derechos.

 

Podría pensarse desde el punto de vista cultural que esa manera de tratar el tiempo propio y el de los demás tuviera asidero en algún atavismo en africano en la forma de concebir el tiempo al medirlo de una manera de una manera existencial y no cronométricamente. Podría ser una justificación, pero si el fenómeno ocurriera sólo dentro de las comunidades afro descendientes, pero no es así.

5. Aquí hay que jugar vivo: Con este argumento el dueño de un almacén niega la devolución del dinero por la venta de un producto que no satisface la necesidad del comprador o no reúne los requisitos de calidad anunciados; el conductor cruza el semáforo en rojo o adelanta por la derecha a otro vehículo, el motociclista sube al andén y el que va a hacer la cola en el banco y llega de último se dirige al amigo de los primeros puestos con inocente zalamería: fulano ¿me guardaste el puesto? Desconociendo de paso el derecho al turno e irrespetando el tiempo de los demás.

 

Resulta de alguna manera explicable este comportamiento si nos detenemos a observar el carácter individualista del hombre de hoy en donde en todos los terrenos se pretende obtener el máximo beneficio, pero de manera egoísta. Pero no por esto deja de ser preocupante un comportamiento semejante cuando precisamente el deterioro de las relaciones interpersonales está al orden del día como consecuencia del desconocimiento que se pretende hacer del derecho de los demás. Pensar que el deseo de vivir de manera armoniosa por parte de muchos es entendido como tontería o pusilanimidad por parte de mentes indisciplinadas, propensas a la agresividad y que se consideran a sí mismo como los triunfadores en esta competencia que es la vida simplemente por tener el arrojo de violentar a los demás

 

Para el logro de una convivencia ciudadana armónica tengamos en cuenta que, como vecinos, funcionarios (públicos o privados) o usuarios, el cumplimiento de nuestros deberes constituye el reconocimiento del derecho de los otros.

 

Lic. Enrique Guzmán Valdelamar

 

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